miércoles, 11 de julio de 2012

BUSCANDO EL VERDADERO SENDERO (I)



La vida del común de la humanidad está compuesta de pequeños hechos o incidentes que forman la base de su existencia, son pocos y raros los hechos o circunstancias especiales y, sin embargo, nos cuesta mucho mantener el interés y el entusiasmo y estar atentos a los hechos y a las circunstancias para poder extraer el mayor provecho de todo ello. La rutina y la monotonía hacen que desperdiciemos la mayor parte de nuestras vidas al no prestar la suficiente atención y meditar cada momento u oportunidad de progreso. Así es que, podríamos decir que el mayor mérito del hombre consiste en mantener el interés, el entusiasmo y una integridad espiritual en medio de la rutina y en mantener la armonía y un perfecto equilibrio respecto a los pensamientos y las emociones que tanto nos afectan derivadas de las circunstancias y de los problemas que surgen en nuestro destino. Por tanto, sabiendo que las pruebas para el desarrollo espiritual proceden de las actividades diarias y no de determinados hechos extraordinarios, no nos queda más remedio que admitir que sólo la fortaleza interna del verdadero Yo nos puede ayudar a encontrar dicha armonía y dicho equilibrio. Son muchos los aspirantes espirituales que han fracasado en su búsqueda de la Verdad por falta de interés y de entusiasmo, de hecho, nada extraordinario se consigue sin entusiasmo.



El éxito en cualquier materia se puede deber a la persistencia, a determinados hábitos y a la voluntad, y de todo ello surge la eficacia y el cumplimiento de los deberes, pero esto, al fin y al cabo, es casi automático. Son necesarios el interés y el entusiasmo si se quiere tener una vida creativa desde el punto de vista de la individualidad (Yo superior) y no de la personalidad, porque una mente llena de entusiasmo y de profundo interés no tiene miedo ni duda ante los obstáculos ni ante las pruebas del destino. El error de vivir la vida superficialmente, con prisas y anteponiendo el egoísmo por encima del discernimiento y de la meditación de los hechos hace que vivamos en la excitación, en las sensaciones y en las distracciones físicas y mentales concluyendo, por tanto, con que una mente que sólo actúa superficialmente nunca podrá experimentar en lo profundo. La mente que piensa en las formas físicas y desde un punto de vista personal no podrá alcanzar a comprender la vida interna porque un campo de actividad externo no trae los resultados y las experiencias de un trabajo interno que es la base del desarrollo espiritual.


La gran mayoría de las personas creen o piensan que las leyes divinas son injustas por adjudicarles un destino poco cómodo o benefactor, se sienten frustradas y luchan contra viento y marea con tal de obtener seguridad y toda una serie de objetivos fáciles, pero sólo las mentes superficiales actúan así y sólo para esas mentes cualquier problema se hace mucho más grande. Cuando no hay actividad interna cualquier dificultad parece imposible de superar y eso es por falta de interés profundo que es el que trae el entusiasmo necesario para la actividad interna. Lo cierto es que el verdadero aspirante espiritual no lucha por forzar su destino y menos por alterar las circunstancias objetivas porque sabe que son el campo experimental y de expresión de cada uno de nosotros. Cuando hay entusiasmo y profundo interés, los cambios objetivos (si los hubiere) se producirían o advertirían de una forma lenta y armónica, lo que facilita el trabajo al aspirante espiritual, el cual, se adaptará a cualquier circunstancia puesto que en su interior hay paz y armonía. Pero, cuidado, no estamos hablando de interés sobre algo personal en particular puesto que eso es superficial y crea apego emocional y mental, es el estado de puro y profundo interés al que nos estamos refiriendo puesto que éste es la base del entusiasmo.


Evidentemente, el aspirante que desarrolla el interés profundo que da pie al entusiasmo, está desarrollando a su vez un espacio o profundidad mental que le servirá para adentrarse en la realidad de la vida y para experimentar profunda y conscientemente , aun en la rutina. Es necesaria una transformación para que no haya ningún grado de resistencia en la mente (consciente o inconscientemente) Si hay resistencia (actividad mental sin control) falta flexibilidad y sensibilidad y, por tanto, en la mente solo hay ruido, bullicio y desgobierno, sin embargo, de lo que se trata es de encontrar la calma y ese silencio profundo mental. Tampoco estamos hablando de una mente plácida, indiferente, abandonada, distraída, etc., porque ese tipo de mente nunca experimentará en la realidad ni en lo profundo de la vida. Sí, hay que flexibilizar y sensibilizar la mente y hay que renovarla para que esté en el presente y elimine todo el pasado, pero también es necesario que haya perturbación o tormentas para que surja el interés y el entusiasmo. Ante las perturbaciones o inquietudes uno debe quedarse quieto porque si nos dejamos llevar por la actividad mental y por la confusión nos perderemos entre ellas mismas pues, después de todo, tras la tormenta viene la calma.


No queremos admitir que el destino nos trae muchas y nuevas oportunidades de desarrollo interno así como desafíos que ni siquiera advertimos porque la mente busca ser la protagonista e intermediaria para así mantener su poder. La mente crea algo así como un velo que nos impide ver la realidad de todo cuanto nos rodea, evita que tengamos un contacto directo con la vida y, por consiguiente, que tengamos ese interés profundo y ese entusiasmo. Si no fuera por las distracciones y el entusiasmo de la mente que desde la memoria realiza tendríamos una mente fresca y viva que nos permitiría observa r y afrontar los desafíos y las oportunidades del destino. Las tormentas son creadas por la personalidad, las que pueden complicar más aún los desafíos y pruebas del destino, pero cuando en medio de la agitación hay control y mantenemos quieta la mente (no reaccionar ni enjuiciar) entonces permanecemos tranquilos y pasará todo sin afectarnos consiguiendo así una limpieza mental. Una tormenta o desafío sin respuesta es permanecer en el silencio y en la soledad que nos fortalecerá internamente ante las siguientes. Es en este silencio donde se encuentran las mayores oportunidades espirituales de desarrollo porque entre otras cosas, traen una renovación subjetiva que hace que lo objetivo desaparezca.


Está claro que el aspirante espiritual debe hollar el sendero de santidad en la rutina diaria, en sus problemas y en cualquier circunstancia, pero para encontrar este sendero debe identificarse y escuchar a su Alma por encima de todo el bullicio que le rodea. El sendero se hace y se desarrolla a cada momento y nadie puede hacerlo por nosotros, solo es necesario escuchar al corazón y a la voz que se hace sonora cuando controlamos el cuerpo de deseos y la mente. El aspirante se debe hacer un luchador incansable y un buen capitán de su barco para vigilar constantemente que el rumbo que lleva sea el correcto, si no se auto-observa para ver que va por el camino correcto es fácil que se pierda entre tanto egoísmo, placer y materialismo. Es muy posible que alguien se pregunte que “qué” es y “cómo” se anda el sendero, y la verdad es que no es fácil de responder porque el “cómo” se anda es algo que cada individuo irá descubriendo paso a paso pero el “qué” es un despertar o toma de conciencia de que tenemos la posibilidad de acelerar nuestra evolución y nuestro desarrollo espiritual. El sendero no es físico ni objetivo, ni tampoco está fuera de nosotros, es más, no hay normas ni planos para recorrerle, aunque está claro que todo lo que nos ayude a ser mejores y todo el bien que podamos hacer es de gran ayuda para hollarle.


Naturalmente que, si queremos avanzar por el sendero de espiritualidad, debemos comenzar por poner nuestros sentidos y nuestra mente en lo subjetivo y espiritual y no en lo objetivo y material pero, además, debemos procurar ser auto-conscientes constantemente para no permitir que la mente, los deseos y las emociones participen en los asuntos terrenales por su propia cuenta y en más de lo que sean sus deberes y responsabilidades. Esto se consigue observando nuestras reacciones ante los impactos externos e internos que modifican y distraen a la mente, una vez observadas no es necesario crear una guerra para cambiar dichas reacciones porque esa guerra solo las alteraría. Solo es necesario observarlas sin enjuiciarlas y sin intervenir de ninguna forma, entonces ellas se marcharán y nosotros conseguiremos la paz y el silencio de la mente que nos irá acercando progresivamente al Ego o Yo superior.

Francisco Nieto

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