sábado, 2 de febrero de 2013

EL ASPIRANTE ESPIRITUAL Y SU OBRA (y IV)



No hay hombre, por muy bruto u obstinado que sea, que no se transforme en humilde y dócil después de comenzar el sendero y de oír la voz de su Yo superior porque, cuando esto ocurre, la voluntad cambia sus hábitos y comienza a mirar hacia “arriba” y hacia lo interno. Hasta que encuentre al Maestro se servirá del conocimiento de lo que otros han hecho en su lugar y de las enseñanzas que han dejado, pero el trabajo más importante y constante debe ser el de ser consiente en todo momento de lo que habla, hace, siente y piensa para así dar paso a la conciencia del Alma, su inmediato maestro. Es cierto que una vez que se reconoce y se escucha la voz de ese maestro interno no es fácil dar marcha atrás en el sendero, pero antes de esto hay un arduo trabajo interno para que el aspirante (haciendo las veces de su Yo superior) gobierne a la mente concreta para así poder expresar el aspecto superior de la misma. Esto significa que debemos estar tan pendientes de lo que hacemos que, si es necesario, echemos por tierra todos los planes de la personalidad, todos sus deseos inferiores, su orgullo, sus malas costumbres, etc., y esto solo lo conseguiremos reemplazando a la mente inferior por la superior y por la voluntad y la sabiduría del Alma.



Una vez que es notable la influencia y guía del Yo superior sobre la personalidad evitando así lo que hasta ahora era su carácter y su expresión, el aspirante debe olvidarse de la forma de vivir de hasta ahora, debe cambiar sus ideales de éxito, gloria, riqueza, etc. por la sencillez, la armonía, la humildad y la paciencia. Cuando somos felices por todo aquello que los deseos y la mente alcanzan es cuando estamos equivocados y dormidos porque esa inconsciencia es la que no nos permite ver la Verdad. Solo cuando escuchamos (en el silencio emocional y mental) la voz interna es cuando podemos tomar consciencia poco a poco de la voz de nuestros maestro interno, el que intenta que no respondamos a los retos de las personas, a los problemas y a todo lo que nos rodea tal y como lo hemos hecho hasta ahora. A partir de ese momento el aspirante debe aprender a tratar con el prójimo de otra manera siendo más comprensivo y más tolerante. A su vez, comprobará que ya no tiene el apoyo ni la comprensión de quienes le rodean porque ellos no están en el sendero ni comprenden que la vida interna es muy superior a la externa.


El aspirante puede llegar a recibir (por parte de sus conocidos) críticas y burla por el hecho de que Él ya no es como ellos y por que renuncia a lo que para ellos es la vida. Tampoco el aspirante debe molestarse en explicar cuál es su sendero y su vida, ni discutir o presionarles para que ellos sean como él. El aspirante debe dar la espalda a esa clase de vida que a los demás hacen felices y a los intentos y pruebas que éstos ponen para que vuelva a ser lo que fue; más bien al contrario, eso le debe dar más fuerza para estar más tiempo como conciencia interna. Mucho cuidado debe tener el aspirante también cuando se le presenten como virtudes o deberes algunas de las negatividades que en el pasado le cegaban y le satisfacían, porque si responde creyendo que es un deber estará dando un paso atrás. Sus amigos se extrañarán y criticarán que aquel hombre de carácter y como ellos ya no tiene vicios y se ha vuelto sencillo o extraño, pero todo es porque ellos ni siquiera intuyen lo que cada uno de nosotros llevamos dentro. Lo que para esos conocidos es antipatía y seriedad del aspirante para éste es paz, felicidad interna y vivir en la Voluntad de Dios. Ellos no saben lo que es construir un templo sin ostentación ni golpe de martillo y lo que para ellos es, en apariencia, negativo, para el aspirante es el único motivo para seguir existiendo.


Cuando se ha recorrido el sendero del dolor y las amargas lecciones nos hacen despertar a una vida superior, sabemos lo importante que es ser receptivos a lo elevado y espiritual y actuar positiva y tranquilamente en contra de todo lo que sea una amenaza para el progreso que intentamos alcanzar. Para algunos es egoísmo la promesa que el aspirante se hace de no dejar de intentar y de esforzarse por el progreso espiritual, pero la verdad es que es todo lo contrario porque su meta es ser un instrumento para que las fuerzas superiores y espirituales fluyan a través de él. El aspirante no debe compararse con aquellos que viven entre vicios y malas costumbres como él vivía hace un tiempo cuando era dominado por los deseos y tenía una mente complaciente hacia ellos, ahora debe compararse con los que van delante de él y los que le han mostrado el camino para así tenerlos como meta.


Tiene que haber una separación entre él y quienes no le comprenden porque no están en el sendero que lleva a colaborar en la Obra de Dios, sin embargo, esa separación debe ser física y personal pero no desde el aspecto interno del aspirante. El aspirante sabe perfectamente que son sus hermanos y que, aunque le causen lastima y no comprendan su posición, les tiene que amar y comprender en su silencio. Este aspirante es una fuerza espiritual que se ha convertido en ley y por eso no se le puede juzgar como a los demás ni los demás pueden aprobar o desaprobar sus actitudes porque ellos no viven en el nivel vibracional que el aspirante lo hace. Por eso, el veterano aspirante u obrero en el Plan Divino, permanece tranquilo ante todos los problemas y circunstancias que le rodean porque sabe que la Voz de su Yo superior (en algunos casos ya es un Maestro) le guía.



Francisco Nieto

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